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La Democracia Social

Desde la caída del Muro de Berlín y el advenimiento y desarrollo de la globalización, el mundo es radicalmente diferente al que tuvimos hasta 1989. Las referencias de entonces, los viejos modelos y esquemas de acción y los alineamientos de la época, quedaron atrás, podemos decir que hubo un parte aguas de la historia.  El mundo cambió, y también las correlaciones de fuerza en la GEO -política mundial.  Sin embargo, esos cambios, trajeron consigo sus propias contradicciones, tensiones, prejuicios e iniquidades.

Hoy, estamos asistiendo a otro punto de inflexión en el devenir histórico de la humanidad.  Desde HATO CHAMÌ, hasta BAHRÉIN, los pueblos están luchando por LIBERTAD; AUTODETERMINACIÓN; DIGNIDAD Y DEMOCRACIA. Propugnan desde sus respectivas realidades nacionales, por verdaderos cambios democratizadores.

Hay razones compartidas para la protesta: corrupción; autoritarismo; exclusión social y pobreza.

El origen de la protesta, procede de la realidad socio-política de cada país, pero sistémicamente se da en el contexto de una situación global en evolución, con nuevos espacios virtuales que ponen a «la plaza» en el ciber espacio global en tiempo real; que transparenta todo, a toda hora, formando redes infinitas de contactos, cada vez más difíciles de controlar o de bloquear por los Gobiernos.

En el norte de África y en el medio oriente, piden los mismos principios que en occidente y que en Soloy: libertad, igualdad, autodeterminación, responsabilidad, solidaridad, justicia social, sufragio universal, separación de poderes, transparencia…

Se trata, en suma, de VALORES; VALORES FUNDAMENTALES; valores compartidos, pero conforme las circunstancias objetivas de cada país y región. No es en abstracto la cosa, es concreta. No se trata hoy de seguir a líderes carismáticos, sino más bien es un liderazgo colectivo heterogéneo, más que una tendencia concreta, pero con claridad en cuanto a sus aspiraciones y reivindicaciones.

Es probable, que en un futuro próximo, se precise una plataforma política que fortalezca y amplíe espacios de expresión organizada y permanente.

En la red, aparecen, cada vez con más profusión, manifiestos y llamados a la “regeneración democrática para liquidar el clientelismo y devolver a la POLÍTICA su honradez, legitimidad y transparencia”, que se ha ido perdiendo, sumida en el oportunismo y la mediocridad de quienes ven en la micro-política, un medio para satisfacer sus apetitos personales y sus intereses, con la exacerbación del individualismo cuya motivación primera es el lucro y el asalto al poder por el poder mismo. Ya no hablan de ideologías, de proyectos ético-políticos, de la construcción de una sociedad ideal, todo queda reducido a un materialismo mercantil que ha desdibujado la verdadera esencia de la Política. Pareciera que estamos en el mercado, en un bazar, donde quienes dicen ser “políticos”, se venden, se compran, se cambian, sin reparo alguno y lo peor es que pretenden lo mismo de los electores: que se siga en ese mismo juego pernicioso. El nihilismo de nuestros tiempos pareciese que marca el paso.

Las consecuencias las sufre la gente en su nivel de vida y sus derechos.

A quienes vemos en la Política con mayúscula, la búsqueda constante del bien común, entendido como ampliación e igualdad de oportunidades y el logro del bienestar general que se alcanza por medio de la justicia social, nos corresponde en esta época de cambios e incertidumbres, reivindicar la verdadera esencia de la Política y nos exige una mirada honesta hacia los valores y el futuro.

Pues bien, desde esta perspectiva, se trata de reinstalar y desarrollar los valores, principios y objetivos de la DEMOCRACIA SOCIAL.

Es probable que estemos pensando que la Democracia Social, es un concepto que se explica por sí solo, pero en realidad, cada lector o actor político, hará una explicación en relación a su base de pensamiento y lenguaje.

El uso correcto de una palabra o proposición gramatical, estará determinado por el contexto al cual pertenezca, que siempre será un reflejo de la forma de vida y del pensamiento, de los que hablan o escriben.

La conformación de equipos humanos para el logro de objetivos comunes o para la materialización de un proyecto determinado, del tipo que sea, precisa un lenguaje común en el sentido más amplio de su acepción.

Para discutir acerca de la dirección o rumbo, es necesario conocer el vocabulario que establece el punto de partida general.

Así, lo primero que hay que establecer es un lenguaje común, que permita comprender y explicar los conceptos e ideas que identifican, precisan y le dan sentido a la DEMOCRACIA SOCIAL.

La DEMOCRACIA SOCIAL, no es un estado ideal sino más bien un ideal de lucha, una bandera que se agita desde la base de la sociedad.

Durante los debates de la Segunda Internacional (1889), la discusión, en línea general, no se centró en la construcción de un nuevo modelo radical como “estadio superior de la historia”, sino en luchar por mejorar las condiciones y oportunidades de vida de los trabajadores y de los estratos más débiles de la sociedad, desde la práctica política democrática. Es decir, que no se concebía la lucha como medio para establecer un nuevo y radical modelo de producción, sino como la profundización permanente de la democracia de origen liberal.

Podemos señalar que gracias al avance de las organizaciones políticas y obreras en las naciones europeas de más alto desarrollo industrial (Alemania; Inglaterra y Francia de finales del siglo XIX), las reivindicaciones  sociales y la lucha por la democracia política confluyeron en una indisoluble unidad. Así, la cuestión social es absolutamente inseparable de la Política y su solución está determinada y solamente será posible, en un Estado Democrático. De ahí la noción central de la idea de DEMOCRACIA SOCIAL.

Después de muchas discusiones y disidencias, en 1959,  se aprobó el “Programa de Bad Godesberg”, que marcó la reconciliación definitiva de los Socialistas Democráticos (reformistas) alemanes, con la idea de DEMOCRACIA SOCIAL.  A partir de este Programa, se puso como eje central, ya no una clase sino al “SER HUMANO como sujeto creador de su propia historia” y expresa que: “los socialistas luchan por una sociedad en la que cada ser humano puede desarrollar su personalidad en libertad”… “El Partido Socialdemócrata es el partido de la libertad del espíritu. Es una comunidad de seres humanos que provienen de las más diversas creencias y corrientes de pensamiento”.

Al mismo tiempo, reconocían la democracia parlamentaria como forma preferencial de gobierno y adscribían a los valores filosóficos y morales que dieron y dan forma a las políticas que conjugan avance social, igualdad de oportunidades, crecimiento y participación democrática.

Desde nuestra perspectiva, la DEMOCRACIA SOCIAL alude a un concepto que hace referencia a un régimen no excluyente, con niveles aceptables de ciudadanía social y derechos sociales garantizados, bajo la conducción de un Estado coordinador, activo y fuerte, en la dirección del bienestar general.

Se desprende entonces de esta idea, lo que denominamos un sistema de VALORES fundamentales: LIBERTAD; IGUALDAD; JUSTICIA y SOLIDARIDAD que consideramos interdependientes. Cada uno es requisito de los otros y conforman un conjunto indivisible de principios que se conjugan entre sí.

Queda claro que en muchos casos, es dudoso que los derechos fundamentales estén realmente vigentes y permitan aplicar los VALORES FUNDAMENTALES en la sociedad. No se trata de una cuestión teórica, sino de una puja social y de la relación de fuerzas entre distintos actores de cada país y región.

Es por ello que una teoría de la DEMOCRACIA SOCIAL, debe no solo considerar la constitución formal de un Estado, sino que también y sobre todo, debe verificar si las estructuras democráticas y los derechos fundamentales están efectivamente al alcance de cada ser humano.

Podemos decir que la Democracia Social está marcada por:

  • Derechos fundamentales en el ámbito social y económico.
  • Constitución de la sociedad conforme a los derechos y valores fundamentales, tanto en el plano formal como en el práctico.
  • Vigencia formal y aplicación real de derechos de libertad e igualdad de oportunidades.

Si hablamos de la Democracia Social como un modelo, como un posible sistema de coordenadas, es necesario conocer nuestro punto de partida y la situación de la sociedad, para definir, sobre la base de los valores fundamentales y los objetivos sociales, el rumbo político.

Como dijera Séneca: “NO HAY VIENTO FAVORABLE, SINO PARA AQUEL QUE SABE ADÓNDE VA”.

Si nos preguntamos la diferencia existente entre lo que los diversos sistemas reivindican y la realidad, habría que realizar un análisis teórico detallado de los respectivos modelos sociales, y comprobar, sobre la base de datos empíricos, en qué medida los países han logrado concretar efectivamente esas reivindicaciones, cuando se han orientado hacia determinados modelos.

El hecho que aumente la brecha entre la reivindicación y la realidad, es decir, entre lo que queremos y lo que tenemos, puede atribuirse en parte, como ocurre en nuestro país hoy, a una retórica engañosa (por ejemplo: para mantener el poder), que intenta “vender” (como quien vende productos vencidos en un supermercado)  algo que solo sirve a los intereses de pocos, como algo tendiente al bien común.

De ahí la necesidad de construir poder desde la base de la sociedad (poder social), que se sustenta en una teoría para la acción, que entrega herramientas, ciencia, ideología y método, para procesar tecnopolíticamente problemas, con una visión horizontal, trans-disciplinaria, no “departamentalizada”, ni por segmentos verticales.

El reto es empoderar a los ciudadanos para que ellos mismos, organizados, construyan ciudadanía y democracia.

El principio de acción debe ser la DEMOCRACIA SOCIAL. El objetivo es alcanzar un SOCIALISMO DEMOCRÁTICO a través de decisiones democráticas con amplia participación organizada de los actores sociales y realizar los derechos fundamentales en materia política, económica, social y cultural.

Ahora bien,   no hay una única llegada a la Democracia Social, pero sí valores y principios compartidos.

 “La DEMOCRACIA SOCIAL es un modelo de pensamiento de gran alcance, que no se conforma con una vigencia formal de los derechos humanos y las reivindicaciones sociales. Tampoco es una construcción filosófica alejada de la realidad. Ante todo, como modelo abierto, debe ser convincente al ajustar la brújula que orienta la acción política…”

“A través de diferentes instrumentos, esa acción permitirá lograr la más amplia aplicación posible de los derechos concretos de libertad y, de ese modo, también podrá hacer realidad los valores fundamentales de igualdad, justicia social y solidaridad”. (Manual de la Democracia Social; FES)

Es necesario apuntar que las realidades y contextos regionales tienen sus particularidades. Europa y los países industrializados del Norte, no son la AMÉRICA LATINA. Su desarrollo, idiosincrasia y evolución histórica, difieren de la de nuestros países y expresan hechos propios del contexto, los escenarios, las circunstancias y las hegemonías sociales y políticas que interactúan en determinados espacios de producción económica y social, vinculados a su proceso histórico y geo-político. La experiencia y evolución política que recogemos de Europa, de la Revolución Francesa (1789); de la Segunda Internacional (1889); del Programa Socialdemócrata de Bad Godesberg (1959), entre otros hechos, plantea el reto de adaptar los conceptos de la Democracia Social y los principios de la Socialdemocracia, a nuestra realidad Latinoamericana, reconociendo las particularidades de la región y el proceso histórico que la ha marcado.

Bajo esta premisa, habiéndose hecho trizas el “Consenso de Washington” y luego de la “reestructuración neoliberal” (si la podemos llamar así a la luz de los acontecimientos), a los partidos progresistas y a los que nos identificamos con la Internacional Socialista (IS), nos corresponde integrar lo que podemos llamar la variante latinoamericana de la Socialdemocracia, como alternativa que combine la Democracia Representativa con una economía (social) de mercado e iniciativas del Estado para reducir las desigualdades, ampliar los derechos sociales, fortalecer los valores fundamentales y promover la ciudadanía social.

Por último, sustentados en el sistema de derechos y valores fundamentales de la Democracia Social, queda claro que debemos reformar al Estado. No desde una concepción “tecnocrática”, sino desde la perspectiva de la construcción de la Democracia Social, tomando en cuenta el fortalecimiento de las capacidades (medios y fines) que le permitan aumentar su gobernabilidad, para enfrentar un mundo cada vez más complejo.

Hablamos, para entendernos de repensar al Estado, desde una visión que rescate el potencial trasformador de la política, debemos potenciarlo, capacitarlo, darle CAPACIDAD DE GOBIERNO para atender y resolver los históricos problemas que padecemos, en un contexto de globalización.

En este sentido, estoy convencido que necesitamos otro tipo de Estado. Un Estado que funcione como un sistema de concreción de alianzas tanto entre como en sectores dentro de ellas. Alianzas para el fin de lograr objetivos puntuales pero significativos, alianzas desde las organizaciones locales o comunales con autonomías relativas para procesar los problemas y superarlos desde la base.

El reto que se nos presenta como militantes de la Socialdemocracia latinoamericana, es encontrar los caminos para llevar adelante estas acciones de reforma. Es encontrar el modo en que podamos revolucionar el aparato público, para conseguir los resultados que legitimen y fortalezcan la democracia, para que se materialicen en la práctica los derechos y valores fundamentales.

Se trata, en suma, de rediseñar el Estado y las reglas del juego social, desde la perspectiva de la Democracia Social.

 

Benjamín Colamarco Patiño

Partido Revolucionario Democrático (PRD)

Panamá,  julio de 2011

Foro Regional: Centroamérica después de la crisis

“Consecuencias y lecciones aprendidas”                          

Comentarios Políticos por   BENJAMÍN COLAMARCO

La desigualdad extrema y la injusticia social en América Latina se manifiesta aún en un contexto donde la mayoría de nuestros países muestran altas tasas de crecimiento de sus economías en los últimos años, crecimiento que sin embargo, sigue beneficiando a un sector relativamente pequeño de nuestra sociedad.

 Veamos algunos datos:

  • La región registró un incremento del 6% del PIB y sale de la crisis global a un paso más acelerado de lo esperado. Medidas contra cíclicas adoptadas por varios países al inicio de la crisis han tenido un impacto positivo en el crecimiento económico. Podemos citar el ejemplo de Brasil, cuya economía se desaceleró durante los años 2007, 2008 y 2009 (4.8%) y tuvo una significativa recuperación de la crisis mundial, demostrado por su crecimiento de 7.7% en 2010.
  • Los países con el mejor crecimiento económico en el 2010 fueron Paraguay (9.7%), Uruguay (9%), Perú (8.6%), Argentina (8.4%) y Brasil (7.7%).
  • Políticas fiscales fortalecidas, medidas contra cíclicas, bajas tasas de inflación y sistemas de protección social en algunos países ayudaron a mitigar los efectos de la crisis.

No obstante,

  • La pobreza infantil en la región permanece en el 45%. Los países con los niveles más altos de pobreza infantil son El Salvador (86.8%), Guatemala (79.7%), Nicaragua (78.5%) y Bolivia (77.2%).
  • 24% de los niños en la región no habitan viviendas adecuadas, mientras que el 12.3% no tiene acceso a agua potable.
  • América Latina y el Caribe continúa siendo la región con la peor distribución de ingresos.

 

Con relación a Objetivos del Milenio (ODM1) que se refiere a la necesidad de Erradicar el Hambre y la Pobreza Extrema, podemos observar que:

  •  La pobreza monetaria se mantuvo constante con relación al 2009. En la actualidad se mantiene en el 32.1% (180 millones), mientras que la pobreza extrema se mantiene en 12.9% (72 millones). Los países con los niveles más altos de pobreza monetaria (Bolivia, Guatemala, Honduras y Nicaragua) tienen también los mayores niveles de pobreza multidimensional.
  • La desnutrición afecta a la mitad de los niños guatemaltecos, entre un cuarto y un tercio de los niños en Honduras, Ecuador, Haití, Bolivia y Perú, mientras que la desnutrición infantil está por debajo del 3% en Chile.

Sin lugar a dudas, la recesión mundial ha impactado nuestra región, pero también podemos colegir, que, considerando individualmente cada país, la previsión y la toma de decisiones políticas oportunas para mitigar los efectos negativos de la crisis, permitió a algunos, sortear sus efectos de una mejor manera.

Sin embargo, el tema es más profundo y estructural de lo que se aprecia en la coyuntura.

Debemos preocuparnos mucho cuando vemos que lejos de disminuir como quisiéramos­: la pobreza, la concentración de la riqueza, la falta de oportunidades, la injusticia social; aún con altas tasas de crecimiento en la región, siguen ahogando a amplios estratos de nuestros pueblos e impiden tener perspectivas serias de alcanzar un desarrollo sustentable de nuestros países.

El desafío que se nos presenta es muy complejo. No sólo es angustiante e injusto que millones de personas no puedan acceder a una educación digna, servicios de salud de calidad, niveles adecuados de nutrición infantil; trabajo y vivienda, en fin, a lo que los socialdemócratas llamamos “EL MÍNIMO VITAL”; sino que también esta fuerte incapacidad del ESTADO de dar respuesta a estas problemáticas históricas, está erosionando aceleradamente nuestras democracias.

Ese es el problema de fondo, más allá de la crisis financiera, que es un elemento adicional dentro de una crisis sistémica, de valores, de deficiencias institucionales, de desregulación y agotamiento del modelo de economía de mercado como existe hoy.

Dado este estado de situación, dada la urgencia con que reclama nuestra acción, debemos preguntarnos: ¿Qué rol debe asumir el ESTADO, qué acciones debemos proponernos desde la POLÍTICA, desde la socialdemocracia, para revertir esta situación?

Esta es la pregunta que creo debemos hacernos y que hace referencia al tema que nos convoca: “Centroamérica después de la crisis: ¿volver a lo mismo o sentar las bases para un nuevo modelo de desarrollo?”

En cuanto al rol del Estado me permitiré citar la declaración del  congreso de la Internacional Socialista. Allí declaramos:

Hoy, en cambio, se renueva la convicción acerca de la importancia del Estado y de su papel en la sociedad actual. Se trata de REFORMAR ese Estado, para revitalizar  lo público en momentos del desafío de la búsqueda del crecimiento con equidad. Para ello se requiere, sin duda, un Estado renovado y activo, potente, ni más grande ni más oneroso que el actual y, por cierto, con una relación mas cercana con los ciudadanos”.

Regreso entonces a la pregunta motivadora de este panel: “¿Qué se aprendió de la crisis financiera global?”

Yo diría que como primera aproximación a una respuesta, aprendimos que la estructura del Estado burocrático, anquilosado, que tenemos hoy, en relación a la mega crisis sistémica – superior a la crisis financiera – como la he querido llamar, no estaría en capacidad de atender los problemas que se van acumulando y que retroalimentan la crisis estructural.

En consecuencia debemos REFORMAR al Estado y  rediseñar las reglas del juego social.

Quisiera precisar, NO se trata de reformar al Estado desde una concepción tecnocrática, sin tener en cuanta el fortalecimiento de las capacidades que le permitan aumentar su gobernabilidad para enfrentar un mundo cada vez más complejo y la crisis sistémica que nos presiona más de lo que suponemos.

Debemos repensar al Estado desde una visión que rescate el potencial trasformador de la POLÍTICA, debemos potenciarlo, capacitarlo, darle CAPACIDAD DE GOBIERNO para atender y resolver los históricos problemas que padecemos, en un contexto de globalización y crisis, que nos obliga a enfrentarnos a los nuevos retos que nos impone la realidad de hoy.

Necesitamos otro tipo de Estado.   El desafío que se nos presenta como líderes de la Socialdemocracia latinoamericana, es encontrar los caminos para llevar adelante estas acciones de reforma. Es encontrar el modo en que podamos revolucionar el aparato público para conseguir los resultados que legitimen y fortalezcan la democracia y a la vez, nos coloque en mejores condiciones para enfrentar la crisis sistémica que persiste.

Como propuesta superadora, proponemos ir hacia un Estado Coordinador.  Entendido como el Estado vigilante por delegación de los ciudadanos en demo­cracia. Un Estado que no tiene posiciones rígidas y su preocupación constante es el equilibrio so­cial por abolición de los extremos.  Conduce el cambio social hacia el norte que el colectivo social se propone. Impide que las tensiones y los conflictos superen el límite de la convivencia social. Orienta, evita los excesos y no produce excesos.

La clave del Estado coordinador, es su fortaleza en términos de CAPACIDAD DE GOBIERNO. Esta es la clave del futuro de la democra­cia y de la posibilidad de enfrentar la crisis sistémica que existe.

Permítaseme citar al economista chileno Carlos Matus, abro cita: Sin capacidad de gobierno, la democracia está en peligro. La mejor defensa de la democracia es su eficacia para producir resultados sociales satisfactorios para las mayorías. Pero ello exige renovar completamente el estilo de hacer política y el estilo de hacer gobierno”.

 “El desarrollo de las ciencias y técnicas de gobierno debe ayudar a ese cambio, antes que la democracia se desplome. El actual diseño del aparato público es incapaz de sostener el sistema democrático. El estilo dominante de hacer política aleja a la pobla­ción de los partidos y de la actividad pública, con un saldo de frus­tración. Es necesario revolucionar el aparato público y revolucio­nar el estilo de hacer política. Este último debe ser un arte más profesional, con mayor apoyo de las ciencias, y el aparato público debe afinarse, para ser una herramienta eficaz de la democracia”

En este punto debemos ser claros y precisos, la sociedad no soporta más “diagnósticos”, necesita respuestas concretas ¡Ya!, ¡Ahora! Debemos usar un lenguaje duro y claro en la propuesta. En primer lugar, sostengo que ESTADO y POLÍTICA, son dos elementos indefectiblemente interrelacionados, por lo que el repensar al Estado, requiere que, paralelamente, debamos REFORMAR EL ESTILO DE HACER POLÍTICA, debemos abandonar esta idea de los partidos como “clubes electorales”, como maquinarias de ganar elecciones, como expresiones mediáticas “mercantilistas”.

Debemos rescatar la idea de la POLÍTICA como eje de los procesos de transformación social, debemos reivindicar  los partidos políticos como lugares donde los sueños y las esperanzas encuentran respuesta.

Para ello sostengo tres líneas de acciones precisas y urgentes:

Primera:       Formación de dirigentes.

Segunda:    Centros de Pensamiento / Prospectiva.

Tercera:      Rediseño del Aparato Público.

Como una segunda aproximación a una respuesta a la pregunta: “¿Qué se aprendió de la crisis financiera global?”  Diría que, parece obvio que el modelo de economía que se sustenta en el consumo y la especulación financiera, se ha agotado.

Los altos déficits;  el endeudamiento; los problemas de competitividad en Estados Unidos, Europa y Japón, adicionado al aumento del precio del petróleo y de los alimentos, tienden a disminuir la actividad económica con el consiguiente aumento de los niveles de pobreza, y hacen que el fantasma de la crisis sistémica, siga rondando el mundo, proyectando sombras sobre las posibilidades de un desarrollo estable y sostenible para nuestros pueblos.

La región enfrenta un periodo de incertidumbre y dificultad.

En consecuencia, debemos incorporar al análisis que nos ocupa, elementos de racionalidad y regulación en el sistema, lo que implica una REFORMA y DEMOCRATIZACIÓN del CAPITALISMO.

Esto pasa necesariamente por una mayor regulación en la globalización  y  una propuesta económica para nuestros países, que propenda a apuntalar un sistema financiero robusto y regulado, con bajo endeudamiento privado y una deuda pública sana y líquida.

Paralelamente, también hemos aprendido que es necesaria una estricta regulación financiera y crear una red de bienestar que estabilice el consumo;

  • Leyes de salario mínimo y escala salarial en el marco de una “política salarial solidaria”, con desarrollo de la productividad, que impulse una reducción de la brecha salarial entre los diferentes trabajos;
  • Aplicación de una estricta política fiscal para controlar la demanda agregada, a través del superávit presupuestario y evitar así que los resultados de la “política salarial solidaria” sean absorbidos por la inflación;
  • Sostén a los sindicatos y formación a los trabajadores;
  • Hipotecas de bajo coste y préstamos blandos para los estudiantes.

La política fiscal, debe desempeñar un papel mucho más efectivo. No pequeños ajustes ocasionales sino una presencia positiva y permanente para contrarrestar, guiar y servir de suplemento al propósito del desarrollo con equidad. Se deben conjurar los comportamientos económicos de riesgo.

Me he permitido poner a su consideración algunas líneas de acción concretas para que las reflexiones sobre la situación Latinoamericana que hemos escuchado, no queden solo en el discurso y puedan pasar al plano de la acción. El fin último es que juntos encontremos los caminos y herramientas que nos permitan fortalecer a la Política, y a la democracia, en su capacidad de dar respuesta a los complejos, urgentes y persistentes PROBLEMAS que padecen las grandes mayorías latinoamericanas.

A la política y a los políticos, junto a nuestras sociedades y a todos los actores sociales,  nos corresponde ocupar, cada uno desde su ubicación en los espacios de producción social, nuestro papel como sujetos activos para la transformación de la realidad, interviniendo para evitar la profundización de la crisis sistémica estructural en acto, que implica riesgos para la democracia y mayores penurias y dificultades para los estratos más débiles de la sociedad.

Muchas gracias.

Benjamín Colamarco Patiño

San José, Costa Rica, 29 de marzo de 2011