Un Documento para la Historia

Quiero llevar al criterio de ustedes, la convicción  de nuestra inocencia, pese a que  algunos poderosos  quieren que seamos los “Chivos Expiatorios” sacrificados  a las “divinidades airadas” de los intereses extranjeros.

Yo tengo  una conciencia histórica que no puedo ni quiero acallar;  sé que muchos escucharán, pero no oirán: sus prejuicios  los hacen sordos.

También  sé que  no seremos  juzgados en derecho sino en rencor,  pero estamos  en este recinto, preparados  para presentarnos,  con la frente en alto, con  dignidad y con nuestra conciencia  tranquila,  ante quienes  han de ser nuestros “verdugos”, no nuestros jueces… y no me refiero, en este caso,  a quien coyunturalmente preside esta audiencia, que es una Dama a quien  guardamos respeto,  me refiero  a aquellos que no se atreven  a estar aquí y dar la cara  frente a nosotros,  pero sí ejercen  y ejercerán  presión  desde lo alto  y utilizarán todos los medios  a su  alcance, para que se emita concepto  condenatorio,  aunque no haya un solo elemento  probatorio  en nuestra contra,  porque no hemos cometido delito alguno… son ellos, los  de arriba, quienes no nos perdonarán jamás nuestro sincero  nacionalismo y el que hayamos denunciado al imperio… son ellos,  los de arriba, con sus prejuicios  políticos y su revanchismo enfermizo,  los verdugos.

Deseo que mis palabras  de hoy, sirvan  de estímulo para la búsqueda  de la verdad, que  ha de ser nuestra reivindicación y la dignidad de los nombres de quienes lo dieron todo,  por cumplir con la obligación  de preservar  la tierra patria de la intervención  extranjera: Ángel Benítez;  Manuel Carol; Alejandro Hubbard; Gustavo Torreglosa;  Sydney Lyons… y otros  cientos y cientos de panameños que ofrendaron  sus vidas, no por defender a un hombre, sino por defender la integridad  territorial del Estado; no por defender a un hombre, sino por defender la independencia Nacional; no por defender a un hombre, sino por defender un ideal.       Ellos no son panameños  de “tercera Categoría” como algunos oligarcas han querido hacer ver, ellos son panameños patriotas que merecen  todo el respeto.

Sucede que ahora, se han trastocado los valores, y nuestro mayor “crimen” es haber sido invadidos: tras de nosotros se lanzaron en persecución  como fieros  lebreles los “soldados extranjeros” y sus “cipayos”, y  todo ha  venido a parar aquí (a esta audiencia infame).

          Dijo una vez el  Libertador  Simón Bolívar que: “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia, para  plagar la América de miseria, a nombre de la Libertad”.

Los gobiernos  norteamericanos, especialmente los del Partido Republicano, desde la época del “Destino Manifiesto”, de la “Doctrina Monroe” y de  la “Política del gran garrote”, han manipulado  las cosas  a su favor en América Latina y con prepotencia, han impuesto sus intereses  con la fuerza de su ejército.    Panamá ha sido víctima  de esas políticas hegemónicas, desde el “incidente de la Tajada de sandía”,  a mediados del siglo pasado, pasando por alrededor de veinte intervenciones armadas sobre nuestro territorio… hasta la gesta heroica del 9 de Enero de 1964 y llegar al genocidio perpetrado el 20 de diciembre de 1989, cuando ellos (el ejército norteamericano) cometieron el crimen más grande y terrible de toda nuestra historia.

En todas esas ocasiones, de una forma u otra,  el pueblo panameño se organizó para defender la soberanía nacional y denunciar la intervención extranjera; como también hubo quienes, por otro lado, les sirvieron a los intereses de Washington e incluso, quienes,  aun  peores, los llamaron  para que intervinieran.

El Derecho Internacional consagra el principio  de “no intervención”,  y la carta de la O.E.A. señala taxativamente que: “Ningún Estado,  tiene derecho a intervenir ni directa, ni indirectamente, ni por la razón  o pretexto que sea, en los asuntos internos y externos de otro Estado”.    Los gobiernos  de Regan y Bush, utilizando pretextos, violan el Derecho Internacional, pisotean esta norma, e invaden  nuestra Patria  ¿A cuántos inocentes  mataron a nombre de lo que algunos llaman “Causa Justa”?   Ciertamente fueron demasiados. No  existe ninguna justificación para tan  deleznable hecho.   Ellos vinieron del norte, en una noche oscura, como los ladrones, a masacrar a tres mil panameños.

La invasión fue el corolario de un plan de intervención urdido en Washington, puesto en ejecución desde 1981, pero desarrollado con mayor énfasis a partir de 1987, cuando  deciden incrementar  toda una escalda injerencísta y una campaña de agresión política, psicológica, económica, y militar, en contra de nuestro país, con el propósito de lograr la materialización de sus particulares intereses y de sus objetivos geo-estratégicos y políticos.

El gobierno del Señor Regan, primero, y el del Señor Bush, después, utilizando  su Embajada en Panamá, y al Comando Sur, casi  a diario durante 1987, desarrollaron actividades y emprendieron acciones sin cumplir  con lo que está establecido  en los Tratados Torrijos-Carter. Entre 1987 y 1988, el gobierno  de los Estados Unidos  cometió casi cien violaciones  a los tratados canaleros. Además, aumentaron arbitrariamente el pié de fuerza de su ejército acantonado en nuestro país; intervienen las comunicaciones; hacen  demostraciones  de fuerza con sus tropas y activan  ejercicios  militares  de provocación fuera de sus bases, para desembocar, en febrero de 1988, en un férreo bloqueo económico  y en el congelamiento de los fondos panameños.

Es ante estos hechos, que lesionan  la soberanía nacional y como consecuencia  de los mismos, que, amparados por el artículo 306 de nuestra Constitución, que señala claramente que: “Todos los panameños están obligados a tomar las armas para defender la independencia nacional y la integridad territorial del Estado ”, en abril de 1988, en forma espontánea y voluntaria, cientos de hombres y mujeres  patriotas, de todos los estratos sociales, frente a la realidad  evidente  de la patria agredida y la independencia amenazada, le solicitan al gobierno nacional, instrucción para colaborar, en lo posible, en las tareas relativas a la defensa  de la integridad  territorial.

Con estos nobles  propósitos y no otros, Honorable Señora Juez, impulsados  por sublimes ideales de independencia y dignidad, amalgamados por el nacionalismo; el patriotismo; el anticolonialismo; el antifascismo y el Torrijismo, surgen  los heroicos Batallones de la Dignidad, conscientes  de que por encima de los personalismos y de las individualidades; por encima  del secretismo y de los intereses particulares, está  la defensa  del Estado,  la identidad y la dignidad nacionales, a toda costa, y esto es así porque no hay unidad  nacional sin Nación y no hay  Estado sin independencia.

Hoy,  quienes disminuyen nuestra independencia, nos han  traído  aquí para  enjuiciarnos  ¡¡qué ironía!! Panameños enjuiciando a panameños por sus ideas y convicciones. ¡¡Panameños enjuiciando a panameños por  defender a la Patria!!.

Estamos asistiendo a un paralelismo histórico  que se está dando en este recinto: lo mismo hicieron  con Pedro Prestán y con Victoriano Lorenzo, casi las mismas absurdas acusaciones  se esgrimieron contra ellos: que “atentaron contra  la personalidad jurídica del Estado”, “que eran bandoleros”, “que eran  ciudadanos de tercera categoría”, etc, etc.

Pero como a ellos, en realidad no nos enjuician a nosotros, nosotros somos insignificantes,  la cosa  es más grave,  se enjuicia a todos los que pretenden defender  la  integridad territorial de la Patria; se enjuicia la acumulación histórica del   “alpinismo generacional” desarrollado por nuestro pueblo.

La verdad sea dicha, son otros los que debieran  estar aquí, el mundo  entero lo sabe: ¡es el señor George  Walker Bush, quien  debería estar en este estrado!

          Nosotros estamos tranquilos, porque la historia  está de nuestro lado.

Con legítimo orgullo patriótico,  Honorable Señora Juez, damas y caballeros, podemos asegurarle que obramos  en cumplimiento  de un deber constitucional y siempre  hemos actuado  con honestidad y buena fe.

Nadie podrá  decir nunca que me ha visto “ponerle la mano encima a otro panameño” ni mucho menos podrá declarar  que me han escuchado diciendo que había que golpear a un coterráneo nuestro, quien así me acuse, miente descaradamente.

Quiero hacer oportuna la ocasión, para expresar desde esta tribuna, que, con humildad, le he pedido perdón a Dios, por los pecados que como hombre pudiese haber cometido  (“quien esté libre de pecados, que tire la primera  piedra”), pero  también  he de decir, alto y claro, que jamás podré arrepentirme de haber sido  portavoz de una posición  nacionalista básica  y de haber luchado por defender la independencia  nacional  y la integridad  territorial del  Estado,  esos principios son inclaudicables.

          …Como tampoco  me arrepiento de ser Torrijista. 

A nuestro pueblo le digo,  que tenemos  que construir  la unidad  nacional patriótica y popular, y que somos los panameños, por nosotros  mismos, sin injerencias foráneas, quienes debemos  encontrar nuestro destino; en estas ideas  hay esperanzas de que sobrevivamos como Nación.

Honorable Señora Juez:

Por Dios, por la Patria y por la verdad, declaro que   ¡SOY  INOCENTE!

Ruego a Dios por el bien de la Patria.

 

Dr. Benjamín Colamarco Patiño

Prisionero Político y de Guerra

Miembro del Directorio Nacional del

Partido Revolucionario Democrático (PRD)

Declaración Ante el Tribunal.  Panamá, Territorio ocupado, 19 de mayo de 1993.